Sentado junto a la pared escuchando, simplemente, siempre estaba haciendo algo. Hoy cosía un sombrero negro con largas puntadas, mañana limpiaría un espejo roto que rescató del fango.
Había días, incluso, de tormentas que no se le oía pronunciar ni una palabra. Pero, sin embargo, se escuchaba continuamente decir:
¡El maestro Efialtes ha hablado de esto y lo otro…¡