jueves, 9 de junio de 2011

LA PRISION DE HILBERT

El carcelero Hilbert imaginó en la ciudad, una prisión con infinitas celdas todas numeradas: 1, 2, 3, 4... Pero una noche que estaba la prisión completamente repleta llegó un gendarme pidiendo una celda para un nuevo presidiario. El Alcaíde, que en sus ratos libres se dedicaba a leer sendos tratados de matemática, no vio problema alguno. Cortésmente, dispuso que cada preso antiguo se moviese a la celda siguiente; de modo que el residente de la celda número 1 pasase a la celda número 2, el de la 2 a la 3, y así sucesivamente, de manera que todos en el establecimiento quedaran alojados y contentos y sin duda, la primera celda libre para el asesino recién llegado.
Al día siguiente la situación fue aún más complicada y el establecimiento que era de por si ya demasiado pequeño, para la población de presos, se torno mas agitado. Esta vez, llegó un sin número de buses de la intendencia, llevando en su interior, infinitos estudiantes, necesitados de un buen escarmiento bajo la sombra y los barrotes. El Alcaíde, que no se arredraba ante nada, esta vez, sonriendo, no hizo nada más que un sencillo reacomodo en la prisión; el ocupante de la primera celda, pasaría a la número 2, el de la 2 a la 4, el de la 3 a la 6 y así sucesivamente, de tal manera que todas las celdas impares quedarían disponibles para los nuevos huéspedes.
Sin embargo, una idea quedo rondándole por la cabeza a Hilbert. Y se preguntó:
¿Y si llegasen infinitos autobuses con infinitos presos cada uno?.

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